Soy un cristal roto que refleja mala suerte para quien se mira en él, como un gato negro. Y quien dice cristal, dice pozo. Quien dice pozo, oscuridad. Nada.
Nunca me conoceré porque no dejo que nadie lo haga, porque la tristeza engulle y quema a quien la mira a los ojos, porque avance lo que avance siempre estará ahí. Nunca estamos solos, porque ella siempre vendrá contigo, cambies lo que cambies y hagas lo que hagas será fiel a tus ojos nublados por los recuerdos del pasado y los sueños de un futuro inalcanzable.
Os sorprendería lo lejos que se puede llegar desde el punto en el que dijiste que era tu final, los esfuerzos sobrehumanos que hacemos por salir del desengaño y abrir los ojos.
No sabéis lo difícil que es mirar cara a cara al sol y que este te devuelva nubes de tormenta.
Duele, duele muchísimo que la tristeza decida acampar en ti y regalarte unas ojeras infinitas, que tu pelo decida que debes parecer más león que persona, que tengas los ojos tristes de llorar y no poder vocalizar una sola palabra porque no será más bonita que el silencio.
Duele creer que sientes cerca a alguien que se encuentra a universos de ti. Ese alguien a quien tampoco conocerás, porque las tristezas se repelen.
Nunca podré quererme a mi misma como quiero a mi tristeza y a mi amor por los demás, tampoco sé si podré querer de verdad, pero lo estoy intentando.
No hay nada más bonito que la lluvia en un mundo roto, o el sol en un día frío cuando no puedes abrazar a la persona que te cala hasta los huesos.
domingo, 17 de enero de 2016
viernes, 8 de enero de 2016
Recopilación
"El olvido es una disciplina sin geometría. El amor consiste en una cara donde quedarse a vivir, un dolor que no se va con aspirinas. Es un poema gris.
Ningún poema sirve para explicar el vacío que despedirse arroja sobre los muelles del mundo.
Eres demasiado como para abarcarte con palabras.
A veces no es que el mundo sea triste, sino que son mis ojos los que albergan la tristeza con que lo miro y que empapan todas las cosas que me rodean. Yo sé que la melancolía me pertenece, y que quizá nadie se de cuenta de ningún tipo de tristeza, pero lo que tengo claro es que el hecho de que sigas durmiendo tan lejos de mi es lo más triste que le ha pasado al amor en toda su vida.
Resulta agotador que en nuestras cabezas siempre tenga que ser todo para siempre y que existe un amor capaz de transformar en madera las cenizas. Pero, a veces, apetece fundir dos soledades en una sola y construir un mundo desde el principio, como si la historia no contase y el tiempo y el espacio no estuviesen ahí.
Quisiera decirte que todos los finales eres tú, no escribir cien veces un mensaje antes de mandarlo para acabar diciendo nada, decirte que estoy cansado de estrellar mi cuerpo contra tu ausencia y que del maletero reventado de mi vida sólo quedan cartas de amor sin entregar.
Se empezó a cumplir esa extraña teoría de que el amor son vasos comunicantes donde uno quiere y el otro se deja querer. Y yo, que tantas veces te esquivé, empecé a quererte. Vamos, lo normal.
Quisiera envolver mi tiempo en el papel de la alegría, envolverlo contra la humedad de las cosas que ya no pueden cambiar, y salir al mundo como la chica de la tarta y olvidar, por unos minutos, mi contrato a jornada completa con mis inseguridades.
No es que en mi cartelera solo proyecten "la historia del hombre que anochece", o que el mundo se haga el dormido y no me escuche, es solo que me parece que la felicidad es una pila recargable, y desde que hablé con ella no encuentro el ladrón.
Y aún así, me temo que lo importante nunca soy capaz de explicartelo. Pero echar de menos es renunciar al presente.
El día pasará y la vida seguirá, ganarán y perderán lo mismos, y quizás, si eres paciente (y te perdonas), la vida deje de ser ese autobús que se escapa justo cuando llegabas a la parada".
Ningún poema sirve para explicar el vacío que despedirse arroja sobre los muelles del mundo.
Eres demasiado como para abarcarte con palabras.
A veces no es que el mundo sea triste, sino que son mis ojos los que albergan la tristeza con que lo miro y que empapan todas las cosas que me rodean. Yo sé que la melancolía me pertenece, y que quizá nadie se de cuenta de ningún tipo de tristeza, pero lo que tengo claro es que el hecho de que sigas durmiendo tan lejos de mi es lo más triste que le ha pasado al amor en toda su vida.
Resulta agotador que en nuestras cabezas siempre tenga que ser todo para siempre y que existe un amor capaz de transformar en madera las cenizas. Pero, a veces, apetece fundir dos soledades en una sola y construir un mundo desde el principio, como si la historia no contase y el tiempo y el espacio no estuviesen ahí.
Quisiera decirte que todos los finales eres tú, no escribir cien veces un mensaje antes de mandarlo para acabar diciendo nada, decirte que estoy cansado de estrellar mi cuerpo contra tu ausencia y que del maletero reventado de mi vida sólo quedan cartas de amor sin entregar.
Se empezó a cumplir esa extraña teoría de que el amor son vasos comunicantes donde uno quiere y el otro se deja querer. Y yo, que tantas veces te esquivé, empecé a quererte. Vamos, lo normal.
Quisiera envolver mi tiempo en el papel de la alegría, envolverlo contra la humedad de las cosas que ya no pueden cambiar, y salir al mundo como la chica de la tarta y olvidar, por unos minutos, mi contrato a jornada completa con mis inseguridades.
No es que en mi cartelera solo proyecten "la historia del hombre que anochece", o que el mundo se haga el dormido y no me escuche, es solo que me parece que la felicidad es una pila recargable, y desde que hablé con ella no encuentro el ladrón.
Y aún así, me temo que lo importante nunca soy capaz de explicartelo. Pero echar de menos es renunciar al presente.
El día pasará y la vida seguirá, ganarán y perderán lo mismos, y quizás, si eres paciente (y te perdonas), la vida deje de ser ese autobús que se escapa justo cuando llegabas a la parada".
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