miércoles, 20 de mayo de 2015

Diminuta, como el punto de la i


Yo, que siempre pestañeo cuando pasan estrellas fugaces, que lloro viendo anochecer en el mar, que tengo el corazón en dos por cuatro y un silencio entre los labios; que temo mas a la oscuridad que a los monstruos que hay en ella, y en mi, que no pertenezco a ningún lugar porque abandoné mi casa para cohabitar con mi existencia y debo mil facturas; que no confío en quien me quiere, por no salir de mi rutina. Yo, que curo al alcohol con mis heridas, que nunca aprendí a ser feliz más allá de mi misma, que me resulta imposible mirar a otros ojos mas de tres segundos porque me aterra ser descubierta. Yo, que no sé mentir, pero desconozco cuando digo la verdad. Que echo de menos mi futuro, y así con todo, que soy tan minúscula como el punto de la i y prescindible como una exclamación de apertura, que te quiero más, pero siempre después de ti. (Yo, que buscaba respuestas, cuando descubrí que tenia todas las preguntas).
Soy como aquel náufrago, que confundió las nubes del horizonte con la tierra firma, y creyó ver amor en aquellos ojos repletos de pestañas arqueadas. Y no eran más que nubes.
Soy aquella que puede darte todo, mi tiempo, mi pasado y mi futuro, y no me arrepentiré. Pero eso nunca basta, del mismo modo que no me basta que me des todo lo que puedas darme, porque solo en la aritmética el dos nace del uno más uno.
Tú, que siempre fuiste mi espejo, que para verme, tenía que mirarte y perderme en ti, y dejar que me engulleras el alma como si de una pesadilla se tratase. Ahora estoy ante ese espejo, interrogándonos cada uno a nosotros mismos, ya no mirándonos entre nosotros, ya no desnudos para el otro.
Ya no te amo, mi amor, como dijo Cortazar.
Siento haberte decepcionado, por no esperar nada de mi misma, por no tener un proyecto de futuro, y por no poder serlo, por no poder cuidar ni de ti, ni de mi, por romperme en pedazos a cada paso que doy, por regalar mi corazón a cualquiera que lo quiera, para después estampárlo contra la pared más cercana, y devolvérmelo con una sonrisa torcida y un "lo siento" entre los labios. Por creer en verdades precarias, y dejar mis promesas a medias, por ser una niña triste, y ser feliz mientras lo soy, por tener el alma medio marchita y pensar que estamos solos en el mundo.
Pero cariño, yo soy la que va siempre en bragas, que se sabe las canciones de memoria y las baila como si la vida me fuese en ello, a viva voz. Que no tengo vergüenza a mostrarme como soy, que soy feliz con detalles tan estúpidos como un "buenos días" de un amigo. Que doy mi corazón a quien se lo merece, que no juzgo, aunque si sea juzgada. Que vivo y dejo vivir, que sonrío cuando puedo y lloro por los dos. Que me preocupo por los demás más que de mí misma. Que soy feliz, cuando otros lo son por mi.
Soy yo, hasta mis últimas consecuencias, y lo siento.





lunes, 18 de mayo de 2015

Mis pequeños demonios


No estoy segura de querer que me recuerdes, o de querer recordarte. Lo único que sé es que no me recuerdo antes de ti. Dejó de existir un antes, para existir un ahora, pura decadencia en espiral, días y días que pasan tan rápido que por pasar, ni los veo, y yo estoy ahí, en medio de la corriente, pero no esa corriente que tanto describe Nietzsche, a mi no me arrastra, pero noto cada uno de los segundos que se escapan de mi mano, pasando por mis dedos, y que simplemente acaban cayendo en el olvido.
Triste y puñetero karma, creo que cada día nos entendemos mejor. Tan cruel, tan calculador.. cada día me gustas más.

Es triste darse cuenta de que, cuando caes en las garras del amor, no entiendes el significado de las canciones, sino todo lo contrario, los mitos se caen como pesadas piedras sobre tu pecho, oprimiéndote, angustiándote, matando todas las mariposas que habían sobrevivido al inverno pasado, dándote una falsa sensación del calor que debería llenar todo tu ser, de la sensación de tener miles de hormigas caminando sobre tu estomago desnudo, y quedándote... totalmente vacío. Ese vacío aterrador, del que cuando te miras en él, este te devuelve la mirada, fría, desoladora; que te hace sentir totalmente solo en el mundo, como si solo existieras tu y tu más absoluta tristeza y añoranza. Tu, y tu miedo a que te conozcan y huyan, aterrados de lo que creen conocer de ti. Tu y tus demonios.

Pero no todo es tan malo, no se está realmente solo en la soledad, del mismo modo que no siempre te sientes acompañado cuando estas rodeado de persona, o de máscaras de estas. Por suerte, o por desgracia, te tienes a ti. Soy de los que opina que solo nos llegamos a conocer realmente cuando estamos solos, aislados, y no existen interferencias entre la persona y el pensamiento, y eres solo tu, cuerpo y lo que no sea cuerpo, en esa eterna lucha por no redimirse frente al otro, como si corazón y mente pudieran tomar caminos distinto, y aún así llegar a ser una misma cosa.
Ni tan racional, ni tan pasional, el hombre es un artista trágico que aprendió a escribir el guión que más le convenía. Aunque sea un hombre roto, un náufrago en medio de un mar enfadado consigo mismo que solo puede romperse en la orilla para volver a renacer.. ¿Qué será de ti, puñetero actor, en este mundo de locos?